Siempre quise ser un escritor de éxito, no uno de esos que mueren escribiendo y cuyos herederos se forran al cabo de los años. Yo quería ser uno de esos que tienen éxito inmediato y disfrutan de él plenamente.
Estudiar para conseguir mi sueño no era algo que me preocupase, cuando estás destinado a escribir tu profesión importa poco. No existe nada ni nadie que te pueda dar lo que necesitas para enfrentarte a la hoja en blanco, ningún truco infalible, ninguna trampa.
Solo eres tu y lo que quieres contar, una especie de lucha épica entre las musas y los demonios de la pereza. Es ahí donde yo fallo, mis demonios son demasiado fuertes. Sin embargo, hay momentos en los que las ganas de escribir algo consiguen abrirse paso entre toda esa maraña de excusas y pensamientos que no llevan a ninguna parte.
Entonces todo fluye.
Meh.